Me acuerdo: Andrés Felipe Solano
Con el entrañable "Me acuerdo" de Joe Brainard en mente [modelo que Georges Perec y tantos otros siguieron], le pedimos al escritor colombiano Andrés Felipe Solano que compartiera con nosotros algunos de sus recuerdos. Esto es lo que nos envió.
Me acuerdo de haberme mareado a punto de sentir náuseas justo antes de recibir la primera comunión.
Me acuerdo de un primo mayor volteándose los párpados para asustarme.
Me acuerdo de la noche en que mis padres se fueron a un café-concierto que se llamaba La Gata Caliente y una moto se estrelló contra su carro a la salida de una estación de gasolina. Mi madre estaba embarazada. Me contó que un millón de vidriecitos quedaron regados como sal sobre su panza.
Me acuerdo de haber alquilado varias veces en la videotienda del barrio F/X-Efectos Mortales y Rescate en el barrio Chino.
Me acuerdo de mi padre coqueteando con una mujer en una piscina.
Me acuerdo del caserón de mi abuela, de su empleada tocando una campana todos los sábados para anunciarnos que los fríjoles del almuerzo estaban servidos.
Me acuerdo que el menor de mis tíos tenía escondido en su clóset un revólver Smith&Wesson.; Lo compró en Estados Unidos en los años ochenta.
Me acuerdo de haberme quemado ligeramente una pierna con el escape de una moto durante unas vacaciones en Neiva.
Me acuerdo de una avioneta que se estrelló contra una casa a dos cuadras de la nuestra.
Me acuerdo de mi padre comprándole lasaña a una señora italiana que tenía una hija pelirroja.
Me acuerdo de una noche estar oyendo The Cure en una grabadora con un amigo del colegio y tomando cerveza en el último piso del parqueadero de un centro comercial.
Me acuerdo de los cucarrones que salían en época de lluvias en Bogotá. En los parques, sobre el pasto húmedo, podían encontrarse por manotadas.
Me acuerdo de olor de mi madre al regresar del trabajo, una mezcla de esmog y Amarige de Givenchy, su perfume de muchos años.
Me acuerdo del cura que nos encontrábamos de niños cuando íbamos a almorzar a la cafetería del colegio. Estaba en silla de ruedas, lo paseaba una enfermera. Se le escurrían las babas pero siempre levantaba la mano para saludarnos.
Me acuerdo de la leche espesa que salía cada vez que arrancaba una hoja del árbol de caucho que teníamos frente a la casa. Me acuerdo de mis dedos pringosos.
Me acuerdo que en una playa vi de costado a una señora muy guapa arreglarse la parte de abajo del bikini después de salir del mar. Fue la primera vez que vi el pelo púbico de una mujer.
Me acuerdo que de pequeño quería ser albañil. Me acuerdo que a los albañiles veteranos les decían: “maestro de obra”.
Me acuerdo que de un día para otro llegó al barrio un niño vagabundo. Era como una especie de niño-lobo que salió del bosque y llegó ahí, no sé por qué ni para qué. Tenía la piel oscura, manchada de una suciedad vieja que ya no se podía quitar. Gambeteador nato, a la semana jugaba fútbol con todos. Era cascorvo. Así como vino se fue.
Me acuerdo de la gruesa capa de hielo que poco a poco se iba acumulando en las paredes del refrigerador. Nuestro propio paisaje polar en casa.
Me acuerdo de Lui, la primera revista porno que vi. Era francesa. No me pude sacar de la cabeza a la chica de la página central en muchos meses. Tenía uno de esos pelos castaños que se vuelven claros por el exceso de sol. Hace poco caí en cuenta de que años después salí con una mujer muy parecida a ella.
Me acuerdo de mi abuela con un turbante como el de Greta Garbo.
Me acuerdo de la quijada humana que encontramos con un amigo cuando fuimos a tomar unas fotos en el Cementerio Central de Bogotá.
Me acuerdo de ir al campo con mi padre y mi hermano menor a cazar torcazas con una escopeta alemana de aire comprimido, marca Diana. Tenía grabada la imagen de la diosa romana de la caza en el cañón. Jamás logramos darle a un pájaro.
Me acuerdo que la biblioteca del colegio tenía una primera edición de Las flores del mal de Charles Baudelaire. Se la robó un compañero de clase. Espero que la conserve.
Me acuerdo del sabor metálico de la anestesia después de que me sacaran las amígdalas.
Me acuerdo de mi madre vestida de bailarina flamenca mirándose largamente al espejo, antes de salir para una fiesta de disfraces.
Otras entradas:
Carmen Boullosa
Sebastián Antezana
Martín Kohan
Sergio Chejfec
Margo Glantz
Me acuerdo de haberme mareado a punto de sentir náuseas justo antes de recibir la primera comunión.
Me acuerdo de un primo mayor volteándose los párpados para asustarme.
Me acuerdo de la noche en que mis padres se fueron a un café-concierto que se llamaba La Gata Caliente y una moto se estrelló contra su carro a la salida de una estación de gasolina. Mi madre estaba embarazada. Me contó que un millón de vidriecitos quedaron regados como sal sobre su panza.
Me acuerdo de haber alquilado varias veces en la videotienda del barrio F/X-Efectos Mortales y Rescate en el barrio Chino.
Me acuerdo de mi padre coqueteando con una mujer en una piscina.
Me acuerdo del caserón de mi abuela, de su empleada tocando una campana todos los sábados para anunciarnos que los fríjoles del almuerzo estaban servidos.
Me acuerdo que el menor de mis tíos tenía escondido en su clóset un revólver Smith&Wesson.; Lo compró en Estados Unidos en los años ochenta.
Me acuerdo de haberme quemado ligeramente una pierna con el escape de una moto durante unas vacaciones en Neiva.
Me acuerdo de una avioneta que se estrelló contra una casa a dos cuadras de la nuestra.
Me acuerdo de mi padre comprándole lasaña a una señora italiana que tenía una hija pelirroja.
Me acuerdo de una noche estar oyendo The Cure en una grabadora con un amigo del colegio y tomando cerveza en el último piso del parqueadero de un centro comercial.
Me acuerdo de los cucarrones que salían en época de lluvias en Bogotá. En los parques, sobre el pasto húmedo, podían encontrarse por manotadas.
Me acuerdo de olor de mi madre al regresar del trabajo, una mezcla de esmog y Amarige de Givenchy, su perfume de muchos años.
Me acuerdo del cura que nos encontrábamos de niños cuando íbamos a almorzar a la cafetería del colegio. Estaba en silla de ruedas, lo paseaba una enfermera. Se le escurrían las babas pero siempre levantaba la mano para saludarnos.
Me acuerdo de la leche espesa que salía cada vez que arrancaba una hoja del árbol de caucho que teníamos frente a la casa. Me acuerdo de mis dedos pringosos.
Me acuerdo que en una playa vi de costado a una señora muy guapa arreglarse la parte de abajo del bikini después de salir del mar. Fue la primera vez que vi el pelo púbico de una mujer.
Me acuerdo que de pequeño quería ser albañil. Me acuerdo que a los albañiles veteranos les decían: “maestro de obra”.
Me acuerdo que de un día para otro llegó al barrio un niño vagabundo. Era como una especie de niño-lobo que salió del bosque y llegó ahí, no sé por qué ni para qué. Tenía la piel oscura, manchada de una suciedad vieja que ya no se podía quitar. Gambeteador nato, a la semana jugaba fútbol con todos. Era cascorvo. Así como vino se fue.
Me acuerdo de la gruesa capa de hielo que poco a poco se iba acumulando en las paredes del refrigerador. Nuestro propio paisaje polar en casa.
Me acuerdo de Lui, la primera revista porno que vi. Era francesa. No me pude sacar de la cabeza a la chica de la página central en muchos meses. Tenía uno de esos pelos castaños que se vuelven claros por el exceso de sol. Hace poco caí en cuenta de que años después salí con una mujer muy parecida a ella.
Me acuerdo de mi abuela con un turbante como el de Greta Garbo.
Me acuerdo de la quijada humana que encontramos con un amigo cuando fuimos a tomar unas fotos en el Cementerio Central de Bogotá.
Me acuerdo de ir al campo con mi padre y mi hermano menor a cazar torcazas con una escopeta alemana de aire comprimido, marca Diana. Tenía grabada la imagen de la diosa romana de la caza en el cañón. Jamás logramos darle a un pájaro.
Me acuerdo que la biblioteca del colegio tenía una primera edición de Las flores del mal de Charles Baudelaire. Se la robó un compañero de clase. Espero que la conserve.
Me acuerdo del sabor metálico de la anestesia después de que me sacaran las amígdalas.
Me acuerdo de mi madre vestida de bailarina flamenca mirándose largamente al espejo, antes de salir para una fiesta de disfraces.
Otras entradas:
Carmen Boullosa
Sebastián Antezana
Martín Kohan
Sergio Chejfec
Margo Glantz