Intercambio: Monge vs. Cárdenas
Entre enero y febrero de este año, el escritor mexicano Emiliano Monge y el escritor colombiano Juan Cárdenas se enviaron algunos correos. En medio de sus mudanzas respectivas, hablaron con humor y complicidad sobre cultura popular, distintos modelos posibles de escritor latinoamericano, Junot Díaz y, cómo no, Ricardo Arjona.
Publicamos a continuación ese intercambio.






De: Emiliano Monge
Enviado: 22 de enero, 2014. 11:02 a.m.


Carnalazo,

¿Nos tiraron las palomas mensajeras en Honduras? Esos pinches hondureños asesinos no se cansan de tirarle a nuestras aves.

Abrazotes...


De: Juan Cárdenas
Enviado: 22 de enero, 2014. 11:18 a.m.


Parcero,

Perdona el silencio, no ha sido la artillería catracha la encargada de interrumpir las comunicaciones. Estos días he tenido un lío del carajo. Estoy en Quito, lidiando con varios encargos que me han hecho desde Bogotá y Madrid, un quilombo. Por si fuera poco, estábamos mudándonos a un apartamento a dos pasos de la Flacso, la universidad donde Luciana está haciendo su investigación. Así que ya te imaginarás: comprando pendejadas para la casa nueva, tazas, escobillas para el inodoro, detergente, familiarizándonos con las marcas de papel higiénico... La vaina es que voy a estar varios meses yendo y viniendo entre Bogotá y Quito, laburando acá y allá, acullá. Y aprovechando para terminar la novela nueva.
¿Tú dónde estás? ¿Qué haces? ¿Y tu perra?

Abrazotes gordos (cabrón, me estoy engordando con la comida ecuatoriana, mucho mote).


De: Emiliano Monge
Enviado: 23 de enero, 2014. 1:27 p.m.


Carnitas,

Qué alegría saber que los catrachos (el corrector automático de esta porquería no está tan seguro como nosotros y, cada vez que escribo catrachos, me lo cambia por cartuchos) no tuvieron nada que ver con tu silencio. Silencio que por otro lado entiendo al tiro: yo también estoy llegando y también estoy hasta la madre del desmadre de su pinche puta madre que implica una mudanza. Apenas hoy conseguí casa (llevaba ya casi una semana en donde mi jefa, que es como meterse en un asilo) y la putiza de la búsqueda de inmueble se convierte ahora en la putiza por la búsqueda de muebles: todos los que repartí y los que encargué entre los compas y los que le dejé a una amiga que en su casa tiene una bodega: cama, sillón, libreros, escritorio, mesa... Sólo entonces me meteré también en la putiza que me cuentas: tazas, escobillas, jergas, cubiertos, platos, vasos, bla bla bla. Así que honestamente, aunque Quito y Bogotá estén a toda raja, no quisiera estar teniendo que ir de una a la otra a cada rato. Yo no vuelvo a moverme en mucho tiempo, a menos que se trate de unas vacaciones. Vacaciones para las cuales, por otro lado, no tendré dinero (tras las mudanzas y la levantada de la casa) hasta, más o menos, el 2025.
Lo qué sí es una noticia estupenda es que estés terminando novela, qué alegría pensar que pronto volveré a leerte, culero. Si no es mucho pedo, ¿de qué va la cabrona? Yo, por mi parte, también estoy metido en la recta final de una novela, pero empiezo a creer que falta mucho más de lo pensado. De pronto quiero cambiarle un chingo de cosas. Así que eso, y los laburos acá, allá y acullá, es en lo que ando. En eso y extrañando a la Petra, que tras una negociación durísima y difícil, se quedó a vivir en Barcelona con Paula. Lo bueno es que, como mi inconsciente es un verdadero hijo de puta, en las noches me da el regalo de soñar con ella. Lo malo es que mi consciente no es tan buena onda y me despierta entonces agobiado. Ni pedo.

Abrazotes recios de regreso y besos a Luciana, Emiliano.


De: Juan Cárdenas
Enviado: 24 de enero, 2014. 9:47 a.m.


Mongélico,

Qué bueno saber que no soy el único pendejo que arma sus maletas para regresar a estos valles de narcolágrimas y silicona mental... De momento, como te contaba, he buscado refugio temporal por unos meses aquí en Quito, donde las cosas son un poco más amables. La ciudad tiene el tamaño justo, no hay mucho tráfico y en general las cosas son más sencillas que en Bogotá, donde se pierden semanas valiosas de vida en papeleos inútiles y estupideces procedimentales. La burocracia colombiana es un síntoma de nuestras frustraciones políticas, de la mezquindad histórica de las élites, de la estética de la simulación y del fingimiento que la cultura narco heredó de la idiosincrasia de las castas coloniales, sino mira lo que está pasando con el alcalde Petro... En comparación con el infierno jurídico de Colombia, Ecuador se siente como un espacio abierto, más sano, como un terreno de discusión política donde al menos no asesinan a los opositores.
Lo único malo es que estos cabrones ecuatorianos no tienen una sola librería decente, ni una sola galería de arte decente, ni un solo museo decente, salvo los de arte colonial, claro. Y en general la producción cultural ecuatoriana es muy pobre. Ayer, para no ir más lejos, tuve una reunión con la directora de un museo. Era una mujer joven, en sus treinta y largos, rizos al viento, ímpetu andino. Me aseguró muy tajante que aquí en Quito rechazaban el modelo neoliberal del arte contemporáneo comercial, que sus propuestas estaban más centradas en lo comunitario, en lo social, que el museo recibía muchas visitas al día y que la gente lo sentía como propio. Mentía, claro. Yo he visitado el museo en varias ocasiones en los últimos años y nunca lo vi lleno, las exposiciones suelen ser muy mediocres, con montajes chapuceros y siempre tuve la impresión de que ese portentoso edificio (realmente lindo) estaba desaprovechado. Tristemente, la alternativa "al modelo neoliberal del arte contemporáneo" de la que hablaba esta mujer es la cultura del buen rollito tipo casa okupa de Madrid, con tallercitos de costura en el barrio tal y el cursillo de hip-hop para adolescentes en el barrio no sé qué. Cosas que están muy bien y que por supuesto hay que hacer, no digo que no. Pero un centro de arte contemporáneo con una sala llena de diagramas y fotitos y videos de esos talleres como planeados por Intermón Oxfam es algo francamente deprimente. Sobre todo si en la sala de al lado hay una individual de un artista joven ecuatoriano deseoso de ponerse al día con las últimas tendencias y presenta cosas que haría un egresado segundón de la Universidad de Los Andes de Bogotá.
La cultura es el gran talón de Aquiles de los gobiernos de izquierda. Y Ecuador no parece ser la excepción, a pesar de las verdaderas proezas que Correa ha hecho en materia de educación. De todos modos, confío en que de aquí a unos años Ecuador se convierta en una referencia a nivel regional. El revolcón educativo es increíble.
Ahora mismo te escribo desde la biblioteca de Flacso, donde vengo todos los días a trabajar en la novela. Aquí a mi alrededor, en las mesas cercanas, hay un montón de gente de bajos recursos, muchachos de extracción campesina, indígena, que estudia maestrías y doctorados. Eso hace unos años era impensable. Y creo que los resultados se verán en un plazo no muy largo. Ecuador va para arriba. Y es bonito estar aquí para verlo.
Mañana me voy a Cali, donde estaré unos días dando una charla y visitando al mandril de mi padre. Ya te contaré. Cambiando de tercio, hace un par de semanas en Señal Colombia, uno de los pocos canales decentes que hay en el país, echaron esta maravillosa película, Karla contra los Jaguares:
https://www.youtube.com/watch?v=gcQhY026nrY
Una demostración más de que cuando mexicanos y colombos nos juntamos a hacer cagadas no nos gana ni Dios.

Abrazotes, animal,
J.


De: Emiliano Monge
Enviado: 25 de enero, 2014. 12:35 p.m.


Cardenaleishon,

Seguimos padeciendo de los mismos males: las burocracias latinoamericanas son lo peor que nos dejaron los Borbones, bueno, después de su genética (qué suerte que los científicos del mundo no buscaran completar el mapa de la especia con las células del rey porque todavía andarían buscando cromosomas). Apenas llevo 9 días en México y ya he tenido que enfrentar una treintena de ventanillas, en todas las cuales, por supuesto, he sido flagrantemente derrotado. Aquí siempre falta algún papel y siempre sobran dos centímetros de uñas.
Pero lo peor es la banda sonora: por algún motivo, en todas las oficinas mexicanas, además del retrato del funcionario del mes, debidamente coronado de estrellitas de colores, como en los kinders, suena de fondo Arjona. Es increíble: uno hasta se acostumbra a que la funcionaria o el funcionario que lo está mandando a la chingada, mientras lo hace, tararé a este animal guatemalteco, por quien mi patria muestra una patética devoción: hay que oírlo en los camiones, en las librerías, en las cafeterías de las universidades y hasta en la calle, donde los asquerosos trovadores de banqueta no parecen conocer otro cantante. Claro, si el gran educador de la patria es Televisa, en cuyas manos dejó el gobierno mexicano, hace ya un montón de tiempo, la formación de las masas, no podía ser de otra forma: nuestra identidad, a la que no se acercan ni cagando nuestras elites por asco, son una tanga púrpura, una camiseta con un enorme corazón amarillo, una sirvienta buenota y vacilona, unas vacaciones en manada, un billete de lotería y un descapotable. Al pueblo de las mil y una máscaras nos queda ya una sola: la de El Santo.
Así que lo que me cuentas de Quito me llena de envidia y me corroe, a pesar de sus museos de migajón y hojalata. Y me hace recordar los caracoles zapatistas, quizá el único lugar de esta inmensa patria a punto de clausura donde algo parecido a la experiencia ecuatoriana está pasando. Pero, por supuesto, esta experiencia (de autogobierno eficiente, educación de calidad y empuje cultural específico) yace velada para el grueso de la gente. Y aquí el culpable no son el gobierno ni la tele ni las elites. Este vendaje es el voluntario voluntario de la masa. ¿Qué vamos nosotros a aprender de esos pinches indios?, se pregunta el mestizaje nacional mientras le ruega a los científicos coreanos que descubran cómo mierdas extirparles de los genes
el color que llevan en el cuero. ¡Por ellos mil veces mejor tener tan sólo a los Borbones en las venas: como no han visto babear al último ejemplar de esa estirpe! Es increíble lo racista que es México con México. Ya te digo: la última máscara que aquí queda es la de El Santo, una máscara de plata, es decir: del blanco cuando brilla.
Espero que tus días en Cali no sean un infierno y que vuelvas pronto a ese reducto de la Flacso del que me hablas. Pero si lo son, y si no tienes ganas de volver tan pronto a Quito, ya sabes que aquí estás invitado todo el tiempo. Además ya conseguí un departamento, bueno: al parecer ya casi conseguí un departamento. Y digo casi porque estoy ahora a la espera de que no se atoren los papeles en algún punto del proceso, y el proceso, por supuesto, es burocrático: algún ser que está escuchando ahora mismo a Arjona está al mismo tiempo revisando que no sean falsos mis estados de cuenta, mis documentos personales y las escrituras del aval que me pidieron.
Te lo digo muy en serio: vente pronto unos días, aquí, en el defectuoso (ciudad gobernada por el PRD desde hace ya casi veinte años) podrás constatar, de nuevo, lo que dices: si el talón de los gobiernos de izquierda es la cultura, imagina qué pasa cuando el talón de los gobiernos de izquierda es la izquierda. La cultura aquí es una feria internacional de tamales y una campaña de esterilización de mascotas.

¡Abrazos recios!
Emiliano.


De: Juan Cárdenas
Enviado: 26 de enero, 2014. 12:49 p.m.


Mong,

Es un auténtico misterio lo de Arjona. Acá en Ecuador también es el puto amo y en Bolivia y en los taxis nocturnos de Bogotá y en los i-pods de las secretarias de todas las malditas oficinas del continente...Conste que odio el escepticismo adorniano que solo ve basura en la cultura de masas, pero esta vaina de Arjona amenaza con hacer añicos al mundo tal como lo conocemos. El otro día leí aquí que en Irán se castiga con pena de muerte a quien sea sorprendido escuchando a Arjona, considerado por esos lados como un hijo de Satán. Deberíamos empezar a hacer grabaciones truchas de Arjona cantando con Peña Nieto, con Uribe, con Piñera, a ver si los ayatolas declaran una sharia contra todos estos hijos de puta.
Arjona es el gemelo malvado de Marco Antonio Solís (a quien considero un genio) y mi teoría es que las canciones de este guatemalteco son la prueba palpable de que la estética del neoliberalismo noventero sigue aquí entre nosotros, por mucho Lula da Silva y mucho Chávez y mucha Cristina que hayamos tenido en estos años. Naco-titanes de la talla de Ricardo Montaner han sucumbido al revolcón político. Solo Arjona, pilar del libre mercado, se mantiene incólume gracias a su capacidad de seguir tocando fibras oscuras. Ojalá Aira escribiera una novela con Arjona de protagonista: Arjona descubre que es el hijo de Satán y abre una iglesia en el barrio de Flores. Ojalá que Piglia en su próxima novela hiciera coincidir a Adolf Hitler con Arjona en un café de Zurich en 1918. Ojalá que Monge escribiera uno de esos westerns crepusculares con Arjona en el papel de Gran Torturador, el Bienodiado, el Desafilado, el Malmesabe. La única manera de desactivar su macabro poder sería llevándolo al terreno de la vanguardia. La vanguardia es el camino. O el desbarrancadero. Pero no pasa nada, si sabemos volar.

Tuyo siempre,
Marco Antonio.

PD. Como verás, tuve que aplazar el viaje a Cali. Me voy mañana. Te escribiré desde allá.


De: Emiliano Monge
Enviado: 29 de enero, 2014. 4:05 p.m.


Viajero,

Ya no sé si estás en Ecuador, en Colombia o en España, de regreso en Madrid y para siempre. Me da igual lo de Ecuador o Colombia, pero la última opción sí que no te la deseo: con lo difícil que fue dejar el reino de la anestesia, volver sería una derrota inolvidable. Así que asumo que estás en algún lugar de las montañas sudaqueñas.
Yo, ahora, estoy en un pueblo cercano al DF, donde me encerré a recortar la novela en la que estoy enterrado. Sin darme cuenta, escribí un numero de páginas obsceno y ahora estoy reconvertido en peluquero, recortando flecos y llevándome una oreja cada tanto. Y hablando de orejas, tengo una otitis insoportable que, estoy casi seguro, sembró en mí la música de Arjona y que ni siquiera tú, querido Marco Antonio, podrías arreglarme. Me despierto todas las mañanas con el oído interno convertido en granada de mano y con el cachete escurriendo pus sanguinolenta. Pero dejemos mis males, que si empiezo no termino: además de la sordera momentánea tengo una tos de perro que no termina de quitárseme ni con jarabes ni con tes ni con pastillas. Y por la noche, por supuesto, tener tos y dolor en el oído es un infierno indescriptible: ¿Cómo dormir si lo único que escuchas es el crujir interno de tus bronquios? Pero dejemos, en serio, mis males, que la puta tos no es nada en comparación del hipertiroidismo que me cargo y del que no pienso aquí hablarte. Mejor hablemos, pues, de Marco Antonio, que, en efecto, está bien, siempre y cuando no lo comparemos con lo Marcos Antonios verdaderos: qué podría hacer éste si lo ponemos junto a José Alfredo. Como mucho, preguntarle si no quiere un vasito con agua. José Alfredo es la cumbre más alta de la mejor de las culturas de masas. Mira y escucha (tú que puedes), esta joya de joyas: https://www.youtube.com/watch?v=-NpiopIkVNY
Y ya que hablamos de masas: otro de mis males es el chingado colesterol. ¡273 puntos de golpe, así como si nada, me dijo el doctor que había en mi sangre! Y aunque aseguró que se debía a los fritos, los lácteos en exceso y la vida sedentaria, yo estoy seguro de que se debe a la mayor de mis idioteces: haber dejado el cigarro tres años. ¿Quién me iba a mí a decir que la nicotina me hacía tanto bien que me mantenía en forma con respecto a los triglicéridos? Por suerte he decidido reengancharme al tabaco y, estoy convencido, mis triglicéridos bajarán muy pronto. No como mi asma, que ha resucitado de entre los muertos. Pero siendo honestos, entre un mal que se cura dejando de tragar y otro que se cura con un frasquito de salbutamol, quién chingados va a escoger ponerse a dieta. Y ya que hablamos de dietas y de triglicéridos: efectivamente, hay que mandar matar a Peña Nieto, Uribe y Piñera, pero antes hay que mandar asesinar al ex gobernador del Banco de México: él solito, que nunca pudo arreglar las estadísticas del hambre de mi patria, sí que podría acabar con el hambre, sobre el terreno de lo real de mi patria, si lo fileteamos. Mira, si no, su foto: pf-3502120215_BM_2_gc-1-c.jpg Y conste que esta imagen fue tomada después de que se ligara la barriga.

Abrazos recios, otra vez,
Enfermonge.


De: Juan Cárdenas
Enviado: 3 de febrero, 2014. 12:19 a.m.


José Alfredo,

Te escribo desde Cali, después de unos días maratónicos que arrancaron en la madrugada del lunes pasado, cuando salí de mi apartamento quiteño. Mi amigo Daniel Silvo comisariaba una exposición aquí y como yo había escrito el texto de la muestra me invitó a participar de las actividades relacionadas al asunto. Como dato curioso te cuento que la expo se hacía en un espacio que usé de modelo para escribir la parte de la galería en Los estratos: es un sitio que se llama Lugar a dudas, uno de mis espacios de arte favoritos de Colombia. Entonces ir a trabajar allí para mí tenía como un raro sabor a intrusión, a profanación, que en este caso era doble porque yo siempre me siento así cuando participo en cosas de arte, como una especie de ladrón, como alguien externo a la disciplina que se les ha colado allí con un destornillador y un martillo (en la literatura me camuflo un poco mejor porque al fin y al cabo hago libros, pero igual yo sé en el fondo de mi alma que también allí soy un ratero, como el Chómpiras).
En fin, camellamos duro en el montaje pero también hubo encuentros con los artistas residentes en el espacio, visitas a museos y galerías y aprovechamos para ver muchos portafolios de artistas caleños (buenísimos de veras). El día de la inauguración, por sugerencia de Dani, hicimos un diálogo sobre cómo sería el arte del futuro. El tema era muy sci-fi, como te imaginarás: Óscar Campo, un cineasta local, mostró un horroroso cortometraje hecho con imágenes documentales de la ciudad (pornomiseria pura), Dani mostró una película distópica llena de burlas al art-system y yo hablé sobre El desierto rojo de Antonioni, una película por la que siento especial devoción. ¿La has visto? Hablé de esa película justamente porque se hizo durante los años de la Guerra Fría, bajo la permanente amenaza de la catástrofe y lo más impresionante es que Antonioni parece decir que con o sin desastre nuclear lo peor ya ha ocurrido. El deseo está roto. Lo que se quiebra con la idea del final de la historia -que la amenaza nuclear hace patente- es el deseo. El deseo es la verdadera máquina de propulsión de la historia. Y llegados a esta altura, nuestro deseo ha sufrido una asombrosa transformación al menos desde la década de los 50 y no sabemos todavía en qué
acabará convertido. En fin, a veces me da por pensar así, ya vez lo pendejo que me puedo poner. Entonces es cuando uno tiene que salir a bailar salsa en Cali para que el deseo se reencauce. ¿Qué sería de nosotros, los colombianos, sin el baile? Seríamos incluso peores, aunque parezca increíble que podamos llegar a ser peores. La gente aquí se pone a bailar y algo milagroso entra en funcionamiento. Es como cuando uno ve saltar a un gato o cuando te encontrás en la calle con una rata y la rata se activa y se escabulle. Hay algo milagroso en eso. Algo animal en todo caso. Ya no hay músculos, sino ritmo atravesando la ropa y deformándola sutilmente, mientras el danzante sonríe todo contento. Es como ver escabullirse a la rata en cámara lenta. Y ya que te pusiste a sacar la artillería pesada de clásicos, no me va a quedar más remedio que soltarte la verdadera bomba H. Porque mira que podemos hacer mil listas de los Auténticos Chingones del continente, pero no me cabe duda de que en cualquiera de ellas tendría que estar, y siempre en las primeras posiciones, esta piltrafa humana con voz de perro mal apachurrado, el mayor punkarra que ha salido de todo el Caribe. Ahí te va, pa que lo sufras: https://www.youtube.com/watch?v=PpmwQcc1h2g

Suerte y pulso,
El Jéctor.

PD. Mañana, a la madrugada, salgo rumbo a Quito.


De: Emiliano Monge
Enviado: 5 de febrero, 2014. 11:06 a.m.


Carneishon clavel,

Como la gran canción de Lavoe https://www.youtube.com/watch?v=gAlATS5ioAg, este correo es un periódico de ayer. Llega tarde porque anduve como loco con asuntos de trabajo y de mudanzas y ahora, que te quería contar que hoy compraría un librero, buscaría entre las putas cajas de mi menaje las tragedias de Eurípides (prometí prestarlas) y terminaría un prólogo que me encargaron sobre las Prosas Apátridas del maestro Ribeyro (¿te gusta?) ya compré el librero, ya encontré las tragedias, ya las presté y ya acabé el chingado prólogo.
Sólo me faltó, pues, tu respuesta sobre el autor peruano, que como sé que será afirmativa, no me hace falta y no me falta entonces nada. Todo ha llegado tarde. Hasta tu gusto por Ribeyro. Quien, por cierto, y hablando del gusto, la escritura y esos guapachangos que nos toca soportar en los congresos, encuentros y ferias del libro en los que yo también me siento un chómpiras de las letras, escribió esta genialidad: "La ostentación literaria de muchos escritores latinoamericanos. Su complejo de proceder de zonas periféricas o subdesarrolladas del mundo y su temor a que los tomen por incultos. La voluntad demostrativa de sus obras, huachafísimas. Probar que también pueden englobar toda cultura ¿qué cultura? ¡Cómo si sólo existiera una cultura! -y expresarla en una obra enciclopédica que resuma veinte siglos de historia. Aspectos nuevo rico de sus obras: palacetes heteróclitos, monstruosos, recargados, como el atuendo que el inmigrante africano o el arrabalero parisién lucen los domingos para pasearse por los bulevares. Su propio brillo los desluce".
¿Se te ocurre algún nombre tras leer la prosa apátrida 142 del maestro? No vale, eso sí, elegir ningún autor de Alfaguara: sería demasiado sencillo. Leo tu experiencia en Cali y la envidio con los dientes apretados. Me habría encantado estar allí, en la galería inspiradora del espacio en Los estratos, en el montaje de la exposición y, sobre todo, en las discusiones que me cuentas. Más si éstas abordaron el asunto del deseo, que tanto y tanto tiempo me ha obsesionado (mi tesis fue sobre la dialéctica del amo y el esclavo en Hegel y, por lo tanto, sobre el deseo). Tienes toda la razón: El desierto rojo es una obra maestra y nuestro deseo (o nuestro objeto del deseo, porque el deseo es siempre el mismo, diría el inspirador de don Carlitos Marx) se ha transformado de manera radical durante los últimos años. En buena medidas, quizá, porque hemos llegado a un punto en el que, para unos, todo lo deseable es alcanzable, mientras que, para los otros (la inmensa mayoría) el objeto del deseo ha quedado ya vedado incluso antes de desearlo. Sólo resta, entonces, desear sin principio de sentido.
Justamente, este jueves, un muy buen amigo: José Jiménez Ortiz https://www.jmnz.mx/jmnz/index.php? p=539.0 inaugura su nueva exposición, en la que presenta varias piezas que tienen que ver con el asunto del deseo y los anhelos. Me encantaría que la vieras y que la pudiéramos comentar, sobre todo una pieza que hizo con las huellas que la gente va dejando en las computadoras de los cafés internet. Ya me dirás si encuentras algo en su página de esto que te cuento, claro, si es que tienes tiempo. Y para no dejar en el olvido las asuntos meramente intrascendentes de la nada, te cuento que, así como te mudas tu de sitio, se mudan en mi cuerpo mis dolencias: ahora estoy con asma y jodido al andar, pues esta mañana, mientras corría (jugándome, lo sé, mis bronquios bajo el smog de esta coladera defectuosa en la que vivo) tropecé con una grieta y en un mismo pasó me jodí el tobillo izquierdo y la rodilla derecha.

Abrazotes,
Elcojodoble.


De: Juan Cárdenas
Enviado: 6 de febrero, 2014. 9:10 a.m.


Meister Monguiliano,

El apátrida gallinazo peruano del Perú es uno de nuestros maestros zen, cómo no. Siempre he sentido devoción por su escritura, pero también por la elegancia con la que construyó su autoexilio. Y por supuesto se me ocurren muchos, muchos nombres que encajarían en su descripción del escritor latinoamericano ostentoso. Yo, por ejemplo, que soy un huachafo puro, una máquina barajadora de citas y además me siento identificado con el subsahariano que se pone el traje para pasear los domingos por los bulevares. El apátrida gallinazo tenía una noción aristocrática del gusto que yo, en gran medida, comparto. Creo en una cierta idea de clasicismo (una mezcla de sabiduría y ligereza, el conocimiento que se hace dúctil, sensual). Y creo como él que la erudición es algo muy distinto de la cultura, que "el componente de una tribu primitiva que posee el mundo en diez nociones básicas es más culto que el especialista en arte sacro bizantino que no sabe freír un par de huevos". Pero creo también que hay una política en el traje de domingo del subsahariano que posiblemente Ribeyro no era capaz de apreciar. Allí hay una afirmación que va más allá de la idea de ocio lúmpen y alienado tipo Saturday Night Fever, esa idea de ocio que los situacionistas despreciaban pero que a mí me parece potencialmente revolucionaria. Creo que en las formas de ocio de los trabajadores, de las clases populares, se producen imaginarios muy fuertes que apuntan a una concepción utópica de la vida en el mejor sentido. Como te decía en otro mensaje, desconfío de la desconfianza adorniana en la cultura de masas. Desconfío de quienes solo ven fascismo en el fútbol, en los realities, en los programas de la telebasura. Más bien creo, como Benjamin, que todo documento de barbarie es a la vez un documento de civilización. Y viceversa. Uno de los errores más habituales de la tradición crítica consiste en cosificar unilateralmente los productos de la cultura, creándoles a los objetos un contexto determinista, una cárcel genealógica que impide su resignificación, su reutilización. Estos días he estado pensando mucho en estas cosas. Sobre todo después de la experiencia en Cali. Por ejemplo, en los últimos años allí se ha puesto de moda un tipo de baile al que llaman salsa choke. Es una manera de bailar que yo nunca había visto, con unos movimientos muy extraños y sutiles que descoyuntan los compases de la música, atacándola a contratiempo; los bailarines combinan fluctuaciones suavísimas y pequeños espasmos. Hay flujo, como elementos que se estiran y a la vez contracciones, marcas muy definidas en el espacio (https://www.youtube.com/watch?v=B7Ldrymh950), quites, recortes. Últimamente hasta los jugadores de la selección celebran los goles haciendo pasos de choke. La cosa ha ido creciendo y creciendo y seguramente dentro de un tiempo se vuelva un producto de mierda bien empacado por la pérfida industria cultural. Pero, al menos de momento, la cosa todavía no pierde su poder afirmativo. Hay que tener en cuenta el contexto de extrema violencia donde se ha producido ese baile, entre Buenaventura y Cali, en barriadas de negros donde la gente se junta a bailar en las aceras y en las terrazas de las casas. Favelas donde ahora mismo, en este instante, mientras te escribo, se está librando una guerra atroz por el control de esos territorios, porque ese es el corredor principal por el que sale casi toda la droga del país. En esos barrios hay sitios que se conocen como "picaderos". Son casuchas donde descuartizan viva a la gente y los gritos y los lamentos se oyen a kilómetros a la redonda. La gente tiene que convivir con eso todos los días. Y allí es precisamente donde ha nacido la salsa choke, como un posicionamiento radical del cuerpo, como si el cuerpo dijera: destruye esto si puedes, cabrón. Descuartiza esto si puedes, hijueputa. Tú me tiras por aquí y yo te salgo por allá. La salsa choke es cultura de masas y es resistencia. Por eso desconfío de ese pensamiento crítico pendejo que solo ve basura y subdesarrollo en estas cosas. La gente suele responder con imaginación y belleza al dolor. Y en Colombia la gente pone el cuerpo, en un sentido literal. Bueno, carnalazo, seguimos. Te dejo con un video de niños genios del choke: https://www.youtube.com/watch?v=3hUNNowoz4U&feature;=youtu.be

Abrazote,
El jibarito.

PD. Parece bien chévere la obra de tu amigo José Jiménez Ortiz. Voy a investigarlo más a fondo.


De: Emiliano Monge
Enviado: 7 de febrero, 2014. 12:19 p.m.


Chokero de mi corazón,

Me emociona constatar que el finísimo espejo de la casa del compadre funciona tan bien en casa del compadre que "ve más allá de lo evidente", como la espada del augurio del inmenso Leono. Sin embargo, de huachafo, usted y yo, tenemos poco. Aunque seamos unos merolicos barajadores de citas y tengamos nuestra propia noción del clasicismo (ese que usted apunta y que tan bien resume Ribeyro), por más esfuerzos que hagamos, no nos da la lengua para el cursilerío. Y no nos da, en el sentido en que lo anota el gallinazo mencionado, porque no nos dio la gana (esto es lo que critica el peruano) de vender Latinoamérica como aquel que vende humo. No somos, la verdad, de esos autores que "traducen" su realidad para que ésta encante al extranjero. Bien decías que la base de toda cultura es la cultura popular. Pero la tragedia de la cultura popular es dejar de ser objeto de sí misma y convertirse en mercancía abonable para el otro, porque deja entonces de ser cultura popular y se convierte en espectáculo. Lo malo, pues, no es el traje del subsahariano, es el traje del subsahariano en el que los colores fueron enfosforecidos por laboratorios chinos (que saben muy bien qué colores encandilan más a los europeos cuando piensan en África) y las telas fueron cosidas por niños turcos (a quienes les explican perfectamente antes de ponerlos a coser el nudo austriaco y la sutura bávara). Lo malo del traje del que habla Ribeyro no es ni siquiera el traje: es llevarlo con zapatos parisinos, cartera italiana y sombrero veneciano. Lo malo del traje subsahariano, pues, no es el orgullo con que se puede portar sino el complejo con el que se porta. Porque todo complejo acepta la dominación, porque sin orgullo no hay contenido revolucionario en nuestros actos. La rebelión (y antes, incluso: la resistencia, como tan bien han explicado Ranajit Guha y el resto de historiadores de la escuela de la subalternidad) parte no sólo de sentirnos completamente seguros y en sintonía con nuestro discurso y nuestros actos sino también de la renuncia a que nuestro discurso y nuestros actos sean comprendidos y compartidos por el dominante. ¡No sólo no hay que traducirles la cultura popular: no hay que pretender, siquiera, que la comprendan! Porque la rebelión habrá de gestarse en ese círculo al que no debemos darles entrada y porque tiene que estallarles en la cara. Y estallarles no sólo como un baile o una máscara o un carnaval sino con el contenido último que esconde y con el que amenazan estos bailes, estas máscaras y estos carnavales. Esos chicos que, como dices, cuando bailan, están en realidad diciendo: descuartiza esto, hijoeputa, si es que puedes, aunque los dominantes vean sólo el último baile de moda. Este es mi miedo con la masificación: que se pierda el: descuartiza esto, hijoeputa. Que quede sólo el baile. (Y hablando de bailes y discursos subterráneos, ayúdame a encontrar en esto: el último y esperpéntico documento de barbarie y civilización que mi patria ha producido, el discurso oculto, el: descuartiza esto, hijoeputa. Yo, honestamente, me declaro incapaz de verlo. Se trata del último baile nacido en el norte y bailado cada día por más gente, portadores todos de la insignia propia: las botas picudas: https://www.youtube.com/watch?v=veQkt4tS0Tc --obvia al mongol del periodista--). Ahora bien, volviendo a lo nuestro y extrapolando (y exagerando también) el asunto hasta niveles casi absurdos, el tema que acusa Ribeyro, y no ya tanto el que acusábamos nosotros, es este: Junot Díaz, no nos hagamos pendejos, no es, en el fondo, más que un diccionario inglés-español. Mientras que escritores como Vallejo son una incógnita y una serie interminable de preguntas para aquellos mismos que utilizan diccionario. Vale la pena, si no, leer el extraordinario artículo de Binyavanga Wainaina, sobre la selección que Granta hizo de autores africanos (este artículo, además, también es bastante esclarecedor con respecto a nuestro otro asunto, el la cultura popular): https://www.granta.com/Archive/92/How-to-Write-about-Africa/Page- 1

Va un abrazo enorme,
Monki Paiton.

PD ¡Qué lejos nos quedamos de la elegancia y el tesón de Don Ribeyro construyendo su autoexilio!


De: Juan Cárdenas
Enviado: 22 de enero, 2014. 11:18 a.m.


Herr Mvnk,

Ya me habían introducido al misterioso mundo de las botas picudas y la verdad es que resulta francamente simpático (de hecho, me recuerda algunas visiones que tuve hace unos años durante una ingesta de San Pedro, el peyote andino: protuberancias monstruosas que les salían a las cosas, a las plantas, a las palabras, así que de solo verlo ya me entra una risa incontrolable). Pero no sabría leer más allá de las impresiones superficiales y puramente fenoménicas que me produce. Hay algo en la cultura criolla de raíz indígena que linda con un humor macabro y extrañísimo. Pasa en el mundo andino con el gusto por la miniatura, con el concepto de reducir todo a un tamaño minúsculo: lo ínfimo se vuelve tierno, chistoso y en ocasiones, siniestro. En Bolivia, quizás lo sepas, hacen una gran feria de la miniatura cada enero. Es como una celebración de la abundancia pero en chiquito. Supongo que algo análogo hay en esto de dejar que las puntas de las botas crezcan hasta el absurdo (más allá de las obviedades sobre lo fálico y la cultura narco- machirula y demás). Lo que me gusta de la cultura naca de raíz indígena es el desenfado con el que se entrega al ridículo, al exceso, casi en un movimiento gombrowicziano de lo grotesco.
Desde luego, como bien dices, todas las manifestaciones de la cultura popular se encuentran ancladas y hasta determinadas por la lógica neoliberal (que es precisamente lo que está detrás de la falacia identitaria que denuncia Binyavanga Wainaina; ya se sabe que el multiculturalismo es una rama de la economía de mercado).
Pero vivimos en un mundo donde todo está atravesado por la estética (y por estética entiendo condiciones de sensibilidad) de la ideología capitalista. No hay refugio posible. Ni en la alta cultura, ni en el aristocratismo de nuestro admirado gallinazo, ni en la cultura popular, ni en el folclor, ni en la vanguardia. A ese respecto, Zizek dice una cosa que me parece muy pertinente y es que la ideología nunca está más presente que cuando uno pretende hallarse fuera de ella, "si hay una experiencia ideológica en su expresión más pura, en su nivel cero, se produce en el momento en que adoptamos una actitud de irónico distanciamiento, riéndonos de los disparates en los que estamos dispuestos a creer. En ese momento de deliberada carcajada, cuando miramos el absurdo de nuestra fe, es cuando nos volvemos sujetos puros de ideología, cuando la ideología ejerce su mayor control sobre nosotros." Esto, por supuesto, ataca a la línea de flotación de una cierta noción de ironía que se presenta como actitud previa de cualquier aproximación a lo real, en contraposición a otra ironía que es el resultado del "fracaso" inherente a toda aproximación confiada a lo real. Yo defiendo el segundo tipo de ironía: la de Cervantes cuando nos cuenta las putadas que le ocurren al pobre Sancho y a don Quijote. El primer tipo de ironía está asociado al cinismo (que no es otra cosa que un perfeccionamiento del miedo, del terror a lo real, a lo impredecible, al azar) y es una de las actitudes más típicas del sujeto capitalista: el marisabidillo cosmopolita, instruido (adiestrado, más bien), viajado, que tuerce la jeta con paternal desdén cuando no entiende algo. En resumen: el escritor ostentoso del que hablaba el gallinazo. Aunque yo añadiría una nueva forma de ostentación latinoamericana y es la de esos tipos que presumen de la pobreza de sus orígenes, del hogar sin libros en el que tuvieron que arreglárselas como pudieron para cultivar su genio, esos tipos que presumen de que cuando eran niños nadie les habló de la "cultura" (lo cual, supongo, debe llevarnos inmediatamente al aplauso, a la admiración incondicional y a perdonarles su reverenda frivolidad). Hablo, claro, de tipos como Junot Díaz, un tipo que tiene la jeta de llamarnos blanquitos a los escritores sudacas cuando su nicho ecológico y su megafonía institucional no habrían sido posibles sin la ideología multicultural de la derecha gringa. No es exagerado decir que no habría Junot Díaz sin Ronald Reagan. No lo voy a llamar cínico, porque estoy seguro de que él cree que su posición de subalternidad sí es auténtica. El peor y el mejor negocio que han hecho muchos escritores "latinos" que viven en Estados Unidos es haber cedido al discurso de sus amos, un discurso que entiende la raza como la gran matriz epistémica. Así, su afirmación de la diferencia étnica les da notoriedad, pero a costa de reforzar la segregación a un nivel más profundo. Por eso Junot solo ve "blanquitos" cuando lo invitan a los congresos en América Latina y en su puñetera vida va a entender al criollo Borges, al caboclo Guimaraes Rosa, al greco- chilango Alfonso Reyes, al mulato Machado de Assis, al robinsoniano Elizondo, al polaco Pitol o al gallinazo. Porque los gringos le han puesto las gafas raciales para ver el mundo, al pobre. ¡Que alguien se las quite!

Ariós amigou,
J.

PD. Y si Junot cree que todo lo que palidece es blanco, lo reto a una competencia de baile a ver quién es más negro.


De: Emiliano Monge
Enviado: 8 de febrero, 2014. 12:54 p.m.


Querido Mr. Carnes,

Cuánta razón tienes con respecto a ese carácter humorístico y macabro de cierta cultura criolla con raíz indígena. De hecho, es realmente interesante ver cómo, en muchas de sus manifestaciones, el exceso suple, precisamente, al deseo. Todo lo que es o puede ser tiene que ser más: principio y fin de lo naco. No hay, pues, que obtener lo que se anhela sino ir un poco más allá. Como si no existieran los límites. En este tipo de manifestaciones, tienes también razón, hay mucho desenfado y, casi, una celebración de lo grotesco, sin embargo, lo que más me interesa es lo que no hay de desenfado en el exceso.
Porque si el exceso es una consecuencia voluntaria resulta, evidentemente, divertido y, entonces sí, es una bandera gombrowicziana de lo grotesco. ¿Pero qué pasa si el exceso es únicamente el resultado de la incapacidad para ubicar los límites? ¿Qué pasa, pues, si no somos ya capaces ni de delimitar aquello que deseamos, si no somos conscientes del exceso? No es lo mismo el narconorteño mexicano que imita la estética del cowboy que el narconorteño que lleva esta misma estética hasta las botas picudas. Dices que, a primera vista, uno debiera renunciar al asunto del machín y de lo fálico, pero creo que es el exceso no consciente, el exceso sin límites, de las botas picudas, el que renunció ya a este asunto antes incluso del análisis que pudiera hacerse. Porque evidentemente hay en la estética narco un contenido machín y fálico incuestionable, pero ¿lo hay en las botas picudas? ¿O se fueron ya tan lejos que son otra cosa? Me parece que la incapacidad para ubicar el límite, que da pie al exceso inconsciente, convierte, en este caso, el calzado del valiente, agresivo y viril hombre Marlboro en el calzado de los bufones de palacio. Y las botas que invitan al pleito se convierten en una excusa para el pleito. Hay, pues, una reconversión de blanco en negro. Y aquí, me parece, estamos ante la línea que divide la cultura popular que defendemos, la del exceso consciente, de la que no sirve y hace tanto daño, la del exceso inconsciente. Que es lo mismo, por cierto, que dice Zizek cuando habla de volverse o no sujetos de la ideología que nos controla: reírse consciente o inconscientemente, con irónico o sin irónico distanciamiento. Pero, ya te digo, no tengo esto nada claro.
Sí tengo muy claro, en cambio, el asco que me generan, también a mí, esa clase de escritores que presumen la pobreza de sus orígenes y se vanaglorian del esfuerzo que les costó salir de la cloaca latinoamericana... para luego convertirse en los pródigos hombres de mundo que relucen tras sus trajes, casi aparadores, Armani. Es patético verlos perseguir la rendición de los lectores o, peor aún, de los críticos y de los directores de los suplementos culturales con su discursito de cagada, que en el fondo lo único que busca es evadir el trato literario de lo literario. Pero lo peor de todo es que este discurso les funciona. Por qué, si no, todos los artículos sobre escritores latinoamericanos, en los periódicos yanquis y europeos, hablan siempre del origen y de la lucha personal del autor. Ya sé que el prejuicio colonialista es difícil de superar, pero más lo es si nuestros pares lo fomentan porque lo utilizan como moneda de cambio. ¿Recuerdas esa plática que tuvimos en Madrid, en casa de Jose, sobre el patetismo y la condescendencia de la inmensa mayoría de los reseñistas españoles al hablar de libros de escritores sudacas? ¡Quién nos iba a decir que tantos meses después caeríamos en la cuenta de que este patetismo y esta condescendencia se la debemos, además de al colonialismo (que se juzga único portador de lo natural y lo universal y nos sigue viendo como curiosas manifestaciones de lo local) a los Junots Díaz del mundo, que prefieren empezar sus conferencias diciendo: "de donde yo vengo", que hablando de literatura!
Todos estos escritores, siempre que los escucho o que los leo, me hacen pensar en una de las frases más geniales de Artaud: "Sin detenerse, unos perros recorren las estepas en busca de lobos para convertirlos en perros".

Abrazos recios,
Monge.

PD Al reto del baile, yo digo que sumemos uno con mezcales.


De: Juan Cárdenas
Enviado: 10 de febrero, 2014. 11:55 a.m.


Prezado doutor Monch,

Me ha parecido muy sugerente tu teoría del deseo aplicada a la estética del exceso en la cultura popular. Eso de que acabamos siendo desmedidos porque no alcanzamos a concretar el objeto del deseo es una característica que ya señalaba Gutiérrez-Alea en "Memorias del subdesarrollo". ¿Te acuerdas del culebrón grotesco que se forma en el juzgado con la familia de la chica con la que se acuesta el protagonista? La chica monta todo ese quilombo porque en últimas no sabe lo que quiere. Es muy posible que esa relación con el deseo tenga que ver con el legado que, para bien y para mal, nos dejó la cultura del barroco a los latinoamericanos. Y digo para bien y para mal porque precisamente yo veo potencial en eso que tú llamabas "el exceso inconsciente". Dicho de otro modo, es en el síntoma, en la manifestación de la enfermedad, donde se insinúan las posibilidades del arte. Solo que hace falta dar el paso del "exceso inconsciente" al "exceso consciente" para que aparezca la forma. El arte, podríamos decir, es el resultado de empezar a leer lo deforme como una forma, lo monstruoso como una morfología de lo posible. Podríamos decir también que ese desplazamiento de la lectura es una parte constitutiva de nuestra literatura. Un desplazamiento que es análogo al acto de comer: antropofagia. Desde el Inca Garcilaso hasta Borges.
El exceso inconsciente es el terreno de lo inmaduro, de lo inacabado. De ahí que siga siendo tan pertinente la tensión que planteaba Gombrowicz entre la inmadurez y la forma. La madurez es incapaz de darnos formas. La madurez es estéril en el sentido que TS Eliot le daba a esa palabra (waste), es decir, un museo o un supermercado que podemos ordenar y desordenar a nuestro antojo, como querría Lyotard. Lo maduro es la tierra baldía.
Lo inmaduro, en cambio, es el espacio de lo potencial, a pesar de que siempre está al borde del fracasar bajo el rigor del clima del inconsciente. El artista acepta ese reto: se sumerge en lo inmaduro en busca de la forma. Y desde luego, el paso del exceso inconsciente al exceso consciente está mediado por una acción didáctica, por una enseñanza, entendida como un redireccionamiento de la atención. Enseñar es señalar. Ya sé que la "pedagogía" está muy estigmatizada por la alta cultura, ya sé que la idea de la enseñanza se presenta a menudo como populismo barato o como paternalismo. Pero volvemos a Zizek, ¿no se estará más inmerso en el populismo barato o en el paternalismo justamente cuando uno pretende hallarse por fuera de su radio de acción? ¿Negar la didáctica no es en definitiva una manera retorcida de disimular los modos en los que se "adiestra" la percepción y la conciencia? Quizás habría que partir de la base de que toda percepción y toda construcción de la conciencia está previamente mediada, que no existe un exterior de la mediación, que no hay posición pura desde la cual juzgar objetivamente. No es raro encontrar gente que critica las exposiciones del Museo Reina Sofía porque están llenas de texto, de "explicaciones". A menudo he tenido que oír cosas como: "es que no dejan respirar las obras, es que las obras necesitan silencio a su alrededor, que nada interfiera en su lectura, que no nos asfixien la percepción pura del objeto, estos tipos pretenden imponerme su visión del mundo y del arte". Pues yo francamente encuentro risibles esos comentarios. No hay condiciones ideales de percepción de una obra. De un modo extraño, incluso en condiciones de laboratorio, siempre estamos enfrentados a la obra en medio del ruido, en el asiento de un bus repleto de gente sudorosa, con Arjona sonando a todo trapo en los parlantes. La percepción siempre está dirigida, dictada, siempre. El Reina Sofía explicita en sus montajes esa condición, nunca te ocultan su línea de lectura, nunca dejan de marcarla a fin de que todo el material se vuelva objeto de debate. Eso se llama democracia. Pero la alta cultura no es democrática. La alta cultura lucha siempre para que la ideología que permite su existencia y sus privilegios permanezca oculta. La alta cultura es la que envía los perros a domesticar a los lobos, a divulgar el evangelio de la falsa emancipación, el evangelio que nos pide que saltemos a la libertad absoluta cuando en realidad nos hace pasar por el aro.
Sin duda, vamos a tener que dirimir estas cuestiones con varios mezcales de por medio. Pero sin "junots", por favor.

Reciedumbre abrazística,
J.




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