Yolanda Arroyo Pizarro: Un día en la vida



31 de julio
Fotos de la autora


1. Hoy es 31 de julio de 2013. La instrucción es que persiga obcecadamente al tal 31 de julio. La instrucción es que estudie con fascinación sus contornos, curvaturas y remilgos. Que lo mire fijamente con una lupa encandilada. Incluso que tome nota e informe de los detalles y acontecimientos del 31. Que maneje el 31 de julio como se hace con un experimento científico. Que busque las cinco, seis y siete patas al gato de este día. Que averigüe con deslumbre cada arista, cada pliegue. Con ofuscación he de señalar sus líneas de expresión, sus plisados y frunces. Que le encuentre verrugas escondidas, ampollas mal maquilladas y vellos enterrados al 31. Y lo voy a hacer. Aprovecharé el asunto y hablaré de mi asma, de mi isla y de Zu. No. Primero voy a hablar de Zu.

2. Abrir los ojos y encontrar la boca de Zu, el mentón de Zu, las cicatrices de acné juvenil de Zu y su nariz de cacique. El subeybaja de la respiración de Zu es una invitación. La semi apertura de la boca de Zu es delicia esperando ser probada. El tatuaje del brazo de Zu es marca de territorio que desafía al imperio. Identifico, además, el cleavage de Zu. Los aretes de su oreja visible. Los mechones de cabello oscuro y algarete gracias al revoloteo de su duermevela. La agitación de Zu mientras me sueña. La escisión de los labios de Zu al imaginar mi beso… Zu es más grande que dios, cualquiera de ellos. Más relevante que la religión, cualquiera de ellas. Más importante que el planeta Tyche— el Hidden Planet In Our Solar System That Could Be Far Bigger Than Jupiter, amén.— El apodo de Zu: los pezones más melosos del mundo…

3. Dicen los que llevan cuenta de la historia de las lluvias de mi tierra, que este verano del año 2013 de nuestro señor, ha sido el más mojado, es decir, el de mayores chubascos. Desde 1950 no aguaceraba de este modo. El clima ha estado deprimido y el asalto sorpresivo de tempestades es la orden del día. La mañana de mi viaje hacia la FIL Lima 2013, sentada ya en el avión que debía despegar del aeropuerto de San Juan, se creó una tormenta sobre nosotros, así en real time. El avión que nos cobijaba tuvo que regresar de la pista de despegue, a la puerta de abordaje. Entre una visceral borrasca, desembarcamos de vuelta al origen. El vuelo se atrasó por más de cuatro horas, por los intensos vendavales. Nuestras conexiones fueron abortadas mientras la delegación de escritores boricuas decidía en una barra del aeropuerto, cuál licor era más fuerte que el odio: ¿el pisco, la tequila o el pitorro? Se amansaron las aguas y despegamos, algo mareados y embracetados, como los buenos borrachos: allí nos fuimos Luis Negrón, Jeanette Becerra, Jesús Santiago, Jaime Marzán y yo. Perú nos recibió catorce horas más tarde, a son de garúa. Y acá en la isla se quedaron para siempre las lloviznas que conmocionan, y que elevan las esporas y los hongos del terreno verdeazul. Hierba alborotada que toma venganza (global warming le dicen), que tose y escupe para herir nuestros pulmones. Los míos se lesionan con total desidia. Se provoca mi nariz, se lacera mi garganta y el esputo se lanza desde mis bronquios adoloridos. El ataque aflora: baja la oxigenación; posibilidad de paro respiratorio en cada exhalada; tráquea obstruida; alucinaciones. Zu que muestra su rostro de boca tatuada; Zu que baila salsa con Héctor Lavoe; Zu que camina abrazada a Vargas Llosa; Zu que canta lluvia, tus besos fríos como la lluvia ♫ y que repite el verso 31 veces…



Ver también:
[Juan Álvarez] [Jorge Carrión]