Música: La hermana menor


La historia secreta del rock uruguayo (es una película de terror)
Por Ramiro Sanchíz

Acaso sea verdad que el under es la utopía snob definitiva; el caso es que, en Uruguay, las bandas que realmente han importado desde fines de la década de 1980 hasta el presente (es decir, dejando de lado las tonterías que se abrieron camino por América, sea el esforzado pero devenido inane Cuarteto de Nos o la irrisoria No Te Va Gustar) han circulado exclusivamente entre ese lugar posible y el estatus de bandas de culto –un estatus cuyo valor verdadero sólo tiene sentido dentro del under, por supuesto. Dicho de otra manera: Uruguay parece dedicarse pacientemente a exportar lo peor o lo más inofensivo de su rock y a guardar y macerar lo mejor.




Un buen ejemplo, quizá el ejemplo definitivo, podría ser la banda goth RRRRRRR; formada en 1987 y con una fuerte influencia de los míticos Bauhaus. Derivada a un sonido de metal industrial, ha lanzado apenas un álbum (El hijo único, 2001), grabado de manera casera y distribuido informalmente, y ha venido manteniendo su presencia, recambio de integrantes mediante, en diversos escenarios de Montevideo.

A la vez, mientras la historia oficial del rock uruguayo (escrita, casi siempre, por cabezas ancladas en la década de 1970 y obsesionadas por la fusión entre el candombe y cierto sonido que podría parecerse al rock si se le pone mucha buena onda) parece condenar a la década de 1990 a la condición de desierta o nimia, está claro que las bandas más interesantes de los últimos años tienen sus raíces precisamente en esos años. Es el caso de propuestas tan diferentes como Buenos Muchachos, The Supersónicos y La Hermana Menor, que se nutrían del sonido “alternativo” de bandas estadounidenses formadas a partir de la mitad de la década anterior, en particular Jane’s Addiction, Sonic Youth y Dinosaur Jr. Con el pub Juntacadáveres (y es curioso que el centro de la escena alternativa montevideana homenajeé a una novela que está en el centro del canon oficial de la narrativa uruguaya) como plataforma decisiva, entonces, está en Buenos Muchachos y La Hermana Menor el origen de la escena under contemporánea, y cabría pensar, de hecho, que si el auge explosivo de sonidos más pop o fácilmente decodificables a fines de la década de 1990 (los de los músicos que pactaron más fácilmente con la construcción “oficial” de la identidad uruguaya, como La Vela Puerca o los más hardrockeros La Trampa, por no mencionar los más antiguos Niquel o Buitres) animó la marcadísima proliferación de grupos incipientes a lo largo de los primeros años del siglo XXI, fueron en realidad las mencionadas bandas que integraron esa primera escena under noventera quienes, en diálogo con esos nuevos contemporáneos, pautaron y siguen pautando un referente de calidad, una manera, si se quiere, de producir un sonido legítimo, arriesgado y brillante.




En esta línea, entonces, está claro que La Hermana Menor es la banda que mejor ha atravesado las décadas desde su formación, allá por 1991. Es posible que su temprano eclecticismo (la matriz alternativa o indie de su sonido fue siempre modulada por experimentos con metal, bossa-nova, pop y hardcore) haya marcado la evolución de la banda y terminado por conformar su perfil; es cierto, también, que de un origen más agresivo, punk o hardcore, los músicos liderados por Tüssi Dematteis (el único que permanece de la formación original) encontraron en la evolución hacia cierta psicodelia –o, mejor, en el acercamiento a un sonido más asimilable a, por ejemplo, bandas como Yo La Tengo– el eje que terminaría por cifrar su identidad musical.

Una excelente muestra de la buena salud de La Hermana Menor es Todas las películas son de terror, de 2013, hasta la fecha su último álbum. El antes mencionado eclecticismo aquí se vuelve evidente: conviven paisajes sonoros minuciosamente apacibles y luminosos (en “Cruceros”, por ejemplo) con riffs poderosos que recuerdan, en su atmósfera, al Radiohead de “A Punchup at a Wedding” (en “Paralizado”), o composiciones tributarias de un rock más clásico y rollinga (“Momo contra Satán”) con moods más oscuros y melancólicos (“El año que viene en Jerusalem”, acaso la mejor del disco) y canciones de factura más abiertamente pop (“No soy bueno”, con sus guitarras acústicas y sus arreglos que por momentos recuerdan ciertas zonas del trabajo en la guitarra de The Edge, de U2) con composiciones que rozan el ambient (“Cruceros”), además de zonas intermedias o híbridas entre las recién mencionadas (“Doble cabina”, por ejemplo, que ofrece una suerte de combinación perfecta de énfasis en los paisajes sonoros con la sensibilidad más pop y de rock clásico en el contexto del álbum).

Probablemente dos o tres bandas podrían surgir a partir de la cuidada (y sutil) variedad de sonidos en Todas las películas…; a la vez, todas sus canciones están marcadas por la tan idiosincrática vocalización de Dematteis, intimista, cálida y, a veces, alucinada. El resultado final de esta ecuación es un álbum especialmente emotivo, con momentos inolvidables; un álbum que, en su ADN musical, cuenta, a su manera, la historia secreta del rock uruguayo. La historia, cabe agregar, que sí vale la pena.


Web de la banda: https://www.lahermanamenor.com